Autor: Clara Gloria.-
Por cada mujer que está cansada de actuar con debilidad
aunque se sabe fuerte, hay un hombre que esta cansado
de parecer fuerte cuando se siente vulnerable.
Por cada mujer que está cansada de actuar como una tonta
hay un hombre que está agobiado por la exigencia
constante de "saberlo todo".
Por cada mujer que está cansada de ser calificada como
"hembra emocional" hay un hombre a quien se le ha
negado el derecho a llorar y a ser delicado.
Por cada mujer catalogada como poco femenina cuando compite
hay un hombre para quien la competencia
es la única forma de demostrar que es masculino.
Por cada mujer que está cansada de ser un objeto sexual,
hay un hombre preocupado por su impotencia sexual.
Por cada mujer que se siente "atada" por sus hijos
hay un hombre a quien le ha sido negado
el placer de la paternidad.
Por cada mujer que no ha tenido acceso a un trabajo
satisfactorio y salario justo, hay un hombre que debe
asumir toda la responsabilidad económica de otro ser humano.
Por cada mujer que desconoce los mecanismos de un automóvil
hay un hombre que no aprendió los placeres del arte de cocinar.
Por cada mujer que da un paso hacia su propia liberación
hay un hombre que descubre que el camino a la libertad
se ha hecho un poco más fácil.
En El Banquete del Amor, Platón cuenta que “en otro tiempo la naturaleza humana era muy distinta de lo que es hoy”, que había un tercer género llamado andrógino compuesto por el sexo femenino y el masculino en un mismo cuerpo, y que más tarde el Dios Zeus tomó la decisión de partirlos en dos como forma de debilitar sus fuerzas. Así se dividieron en hombre y mujer, y muchos “murieron de hambre e inacción por no querer hacer nada uno sin otro”, permaneciendo abrazados a sus mitades en el anhelo de volver a la antigua unión. A su vez, cada una de las religiones y tradiciones ideó -en tiempos pasados- su propia forma de ilustrar el origen de la raza humana. En el segundo capítulo del Génesis de la Biblia de la religión católica y de la Torá de la religión judía se lee, por ejemplo, una historia bastante distinta: Dios formó a Adán -el primer hombre- “con polvo de la tierra y sopló en sus narices un aliento de vida”. Luego Dios pensó que “no era bueno que el hombre estuviera solo” y decidió darle un ser semejante para que “lo ayude”. Entonces, tomando una de las costillas de ese primer hombre dió origen a la mujer.
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